#VerdeEnValor. EP02:  El tráfico ilícito de especies silvestres
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#VerdeEnValor. EP02: El tráfico ilícito de especies silvestres

7 May, 2021 | Por: Proyecto Prevenir

En este capítulo de Verde en Valor les vamos a explicar qué es el tráfico ilícito de vida silvestre, de qué especies estamos hablando, y cuáles son las repercusiones reales que tiene esta actividad ilegal en la Amazonía peruana.

Como les contamos en el primer episodio de Verde en Valor, existen 3 amenazas muy relevantes que ponen en riesgo la Amazonía. Estas son el tráfico ilícito de vida silvestre, la tala ilegal y la minería ilegal.

Hoy les vamos a contar sobre la primera de estas amenazas, es decir, el tráfico ilícito de vida silvestre. 

Puedes escuchar aquí el segundo episodio de #VerdeEnValor o continuar leyendo. 

[#VerdeEnValor] Ep. 2 El impacto del tráfico ilícito de especies silvestres


En el capítulo de hoy de Verde en Valor les vamos a explicar qué es el tráfico ilícito de vía silvestre, de qué especies estamos hablando y cuáles son las repercusiones reales que tiene esta actividad ilegal en la Amazonía peruana. La Amazonía es una de las regiones más preciadas que tiene el Perú, pero también una de las más olvidadas. Verde en Valor es un podcast producido por el Comité de Lectura en alianza con el proyecto Prevenir de USAID, que tiene como objetivo visibilizar y generar conciencia sobre los delitos ambientales que se cometen en la Amazonía peruana.

Este va a ser un viaje para reflexionar sobre cómo podemos proteger algo tan valioso como nuestros bosques amazónicos y qué herramientas tenemos a la mano para prevenir y combatir estas amenazas. También debemos entender que más allá de las responsabilidades que le corresponden al Estado, nosotros como ciudadanos y también las empresas podemos jugar un rol clave en la reducción de los delitos ambientales. ¿Cómo están todos? Como les contamos en el primer episodio de Verde en Valor, existen tres amenazas muy relevantes que ponen en riesgo la Amazonía.

Estas son el tráfico ilícito de vida silvestre, la tala ilegal y la minería ilegal. Hoy les vamos a contar sobre la primera de estas amenazas, es decir, el tráfico ilícito de vida silvestre. Vamos a empezar tratando de acordarnos si alguna vez conocimos a alguien que tuviera de mascota a un animal silvestre, por ejemplo un loro, un guacamayo, una tortuga o quizá hasta un mono.

Puede ser que nosotros mismos hayamos tenido animales como estos de mascotas en algún momento de nuestra vida. De hecho, tener animales silvestres como mascotas es una práctica que se mantiene en muchas regiones y además se desconoce que esta acción representa un delito. Es en parte por eso que el tráfico ilegal de vida silvestre es la cuarta actividad ilícita más lucrativa del mundo, luego de otras como el narcotráfico y el tráfico de armas.

Según estimaciones de las Naciones Unidas, el tráfico ilegal de vida silvestre moviliza entre 7 y 23 mil millones de dólares anualmente. Pues bien, para que esa mascota llegue a su propietario final ha tenido que pasar por un viaje largo que incluye la caza de estos animales, el acopio y su comercialización. Exploremos pues qué significa cada una de estas fases del problema.

En nuestro país entre el 2000 y el 2016 se decomisaron cerca de 67 mil animales, repito 67 mil, de acuerdo con el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre SERFOR, y a eso hay que sumarle aquellos animales que sí llegan a venderse o los que mueren antes de ser vendidos. Muchos de estos animales tienen como destino final Europa, Asia, Norteamérica y otros países vecinos de Sudamérica, mientras que otros son llevados a distintas ciudades, en especial a Lima. Se estima que el 80% de las especies comercializadas en la capital provienen de las regiones de San Martín, Loreto, Ucayali y Madre de Dios.

Aunque la captura o extracción ilegal está asociada a grupos criminales que se dedican a esta actividad, también es usual que las personas que viven o trabajan en espacios donde habita gran variedad de flora y fauna extraigan especies protegidas por costumbre o por falta de conocimiento sobre las leyes que las protegen. El negocio no es extremadamente lucrativo en esta fase pero sí deja una pequeña ganancia para quienes participan de la caza o la captura. ¿Y qué es lo que más se busca? Los animales protegidos más comercializados son monos, tortugas acuáticas, boas y aves como los guacamayos, loros y pibichos.

Sí, los famosos periquitos. Muchos de esos están en alguna categoría de amenaza o peligro de extinción, es decir, a punto de desaparecer de la faz de la tierra. Es el caso del mono choro, cola amarilla, la tortuga acuática, el condorandino, la vicuña o el pingüino de Humboldt.

Por otro lado, en el caso de la flora lo más traficado son las orquídeas, plantas que son altamente demandadas por aficionados y coleccionistas. En el Perú tenemos más de 2.600 especies de orquídeas y cerca de 62 de estas están en alguna categoría de amenaza. Pero esta es solo la primera etapa del periplo que recorren las especies hasta llegar a su destino final.

Luego viene el acopio y el transporte de estos animales y plantas. Las ciudades de Iquitos, Yorimagua, Puerto Maldonado y Pucalpa son los principales centros de acopio de las especies que han sido cazadas en comunidades. En el Perú, el acopio y transporte ilegal de fauna silvestre representa el 65% de los ingresos generados por este delito y es donde muere la mayor cantidad de animales capturados antes de ser vendidos.

Por ejemplo, se estima que 9 de cada 10 monos capturados pierden la vida antes de llegar a ser mascotas. Esto se debe principalmente a las condiciones en las que viajan los animales, en cajas oscuras con poca ventilación y sin medidas de higiene, expuestos al hambre, al frío o al calor excesivo, en muchos casos por más de 10 días. Y después de todo este periplo, finalmente llegamos a la etapa de la venta final.

En Lima, la mayor cantidad de animales silvestres se comercializa en mercados de abasto en el centro de Lima, San Juan de Miraflores y Puente Piedra, ya sea en puestos fijos o a través de vendedores ambulantes. Mientras tanto, en las fronteras, el precio de estos mismos animales suele triplicarse, haciendo que sean espacios muy cotizados de venta. Muchas de estas especies pueden ser exportadas legalmente, pues el sistema de permisos está abierto al fraude.

¿Cómo? Los permisos para comercializar ciertas especies pueden ser falsificados o vueltos a usar para otros fines, haciendo que el tráfico no sea necesariamente clandestino, pero sí ilegal. Y aquí ustedes se preguntarán, fuera del sufrimiento animal evidente, ¿qué es lo que hace que el tráfico de especies sea además un peligro para el ambiente? Primero que nada, el tráfico afecta a las poblaciones naturales de las especies silvestres. Esto es particularmente peligroso para esas especies que están en peligro de extinción, como es el caso de la tortuga charapa o el mono choro.

Además, el hábitat natural de estas especies se ve perturbado por las personas que entran a él para cazar. Por ejemplo, para capturar crías de guacamayos, se suelen derribar los árboles huecos donde están los nidos. Esto hace no solo que haya menos oferta de árboles para anidar, sino que además se afectan las áreas de cría, refugio y alimento de los guacamayos y se reducen las semillas de los frutos que consumen.

Como ven, la captura de guacamayos puede poner en riesgo la estructura del bosque y los servicios ecosistémicos que éste ofrece. Otro tema preocupante es que el método de extracción de las especies no siempre es selectivo, lo cual termina impactando a otras especies que no son preferidas por el tráfico ilegal, pero que terminan siendo capturadas de todas formas o mueren en el proceso. Pero quizá la consecuencia más preocupante hoy en día de este delito es la dispersión de enfermedades con efectos nocivos para otras especies, incluyendo los humanos.

El tráfico ilegal de vías silvestres representa un serio peligro para la salud pública. Prueba de esto es que la pandemia que estamos viviendo justamente tiene este origen. El virus SARS-CoV-2 tiene un origen zoonótico, es decir, se transmitió de un huésped animal a uno humano.

Por eso es tan peligroso que en mercados como el de Belén en Iquitos, donde se venden pescados, carnes frescas, frutas o verduras, también se comercialicen animales silvestres, vivos o muertos, que podrían estar infectando lo que los rodea. La COVID-19 ha puesto los reflectores sobre los peligros de las enfermedades zoonóticas expandidas por la vía silvestre. No obstante, a pesar de disminuir el comercio, durante la pandemia se ha reportado un incremento de la comercialización de animales a través de las plataformas virtuales y redes sociales, creando una nueva ventana de delito conocida como el ciberdelito o el cibercrimen.

Existen 850.000 virus desconocidos que podrían provocar nuevas pandemias, de acuerdo a un informe de la Plataforma Intergubernamental de Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas. Y el Perú, habiendo traficado más de 67.000 animales en los últimos años, juega una lotería que podría desencadenar en que un virus, esta vez peruano, se convierta en una amenaza para la salud pública. Así, en resumen, el tráfico de vía silvestre es una amenaza para la biodiversidad, la salud de las personas y la sostenibilidad de la Amazonía.

Pero no es un delito aislado. El tráfico ilegal de vía silvestre depende en gran medida de redes organizadas, muchas de ellas transnacionales, y suele estar ligado a otros males sociales, tales como la corrupción y la desinformación. Como crimen organizado que es, se requiere pues un trabajo coordinado entre distintos actores políticos para frenarlo.

Se requieren herramientas idóneas para enfrentar a las organizaciones criminales que se dedican a la exportación de fauna silvestre obtenida ilícitamente. Reconocerlo como delito, que digamos de crimen organizado, dotará de mayores armas legales a la policía, jueces y fiscales para fortalecer la persecución de esta actividad. ¿Y qué podemos hacer nosotros como ciudadanos? Hay algunas medidas que podemos tomar para ayudar a proteger la Amazonía.

No comprar especies silvestres, participar en programas de conservación como Adopta un animal en la Amazonía, exigir transparencia a nuestras autoridades, denunciar a la fiscalía o policía la comercialización ilegal de especies de animales o plantas silvestres, entre otras. Es necesario que miremos el tema del tráfico ilícito de vía silvestre en todas sus dimensiones y que nos demos cuenta de todo lo que hay detrás de un animal en cautiverio. El equilibrio de la Amazonía es muy frágil y las repercusiones de no cuidarla son muy graves.

Acompáñenos en los siguientes episodios de Verde en Valor para seguir explorando la Amazonía desde un lugar más respetuoso y consciente. Este podcast es posible gracias al apoyo del pueblo estadounidense a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID. Su contenido es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja necesariamente los puntos de vista de USAID por el gobierno de los Estados Unidos.

Vamos a empezar tratando de acordarnos si alguna vez conocimos a alguien que tuviera de mascota un animal silvestre, por ejemplo un loro, guacamayo, una tortuga o quizás hasta un mono. Puede ser que nosotros mismos hayamos tenido animales como estos de mascotas en algún momento de nuestra vida. De hecho, tener animales silvestres como mascotas es una práctica que se mantiene en muchas regiones, y además se desconoce que esta acción representa un delito. Es en parte por eso que el tráfico ilegal de vida silvestre es la cuarta actividad ilícita más lucrativa del mundo, luego del narcotráfico y el tráfico de armas. Según estimaciones de las Naciones Unidas, el tráfico ilegal de vida silvestre moviliza entre 7 y 23 mil millones de dólares anualmente.

Pues bien, para que esa mascota llegue a su propietario final, ha tenido que pasar por un viaje largo, que incluye la caza de estos animales, el acopio y su comercialización. Exploremos, pues, qué significa cada una de estas fases del problema.

En nuestro país, entre el 2000 y el 2016, se decomisaron cerca de 67 mil animales -repito 67 mil, de acuerdo con el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre – SERFOR. Y a eso hay que sumarle aquellos que sí llegan a venderse o los que mueren antes de ser vendidos. Muchos de estos animales tienen como destino final Europa, Asia, Norteamérica y otros países vecinos de Sudamérica, mientras que otros son llevados a distintas ciudades, en especial a Lima. Se estima que el 80% de las especies comercializadas en la capital provienen de las regiones de San Martín, Loreto, Ucayali y Madre de Dios

Aunque la captura o extracción ilegal está asociada a grupos criminales que se dedican a esta actividad, también es usual que las personas que viven o trabajan en espacios donde habita gran variedad de flora y fauna extraigan especies protegidas, por costumbre o por falta de conocimiento sobre las leyes que las protegen.

El negocio no es extremadamente lucrativo en esta fase pero sí deja una pequeña ganancia para quienes participan de la caza o captura. ¿Y qué es lo que más se busca?

Los animales protegidos más comercializados son monos, tortugas acuáticas, boas, y aves como guacamayos, loros o pihuichos, ¡sí, los famosos periquitos!. Muchos de estos están en alguna categoría de amenaza o peligro de extinción, es decir, a punto de desaparecer de la faz de la tierra. Es el caso del mono choro cola amarilla, la tortuga acuática, el cóndor andino, la vicuña o el pingüino de Humboldt. Por otro lado, en el caso de la flora, lo más traficado son las orquídeas, plantas que son altamente demandadas por aficionados y coleccionistas. En el Perú tenemos más de 2600 especies de orquídeas, y cerca de 62 de estas están en alguna categoría de amenaza. 

Pero esta es solo la primera etapa del periplo que recorren las especies hasta llegar a su destino final. Luego viene el acopio y transporte de estos animales y plantas.

Las ciudades de Iquitos, Yurimaguas, Puerto Maldonado y Pucallpa son los principales centros de acopio de las especies que han sido cazadas en las comunidades. En el Perú, el acopio y transporte ilegal de fauna silvestre representa el 65% de los ingresos generados por el delito y es donde muere la mayor cantidad de animales capturados, antes de ser vendidos. Por ejemplo, se estima que 9 de cada 10 monos capturados pierden la vida antes de llegar a ser mascotas. Esto se debe principalmente a las condiciones en las que viajan los animales, en cajas oscuras con poca ventilación y sin medidas de higiene, expuestos al hambre, frío o excesivo calor, en muchos casos por más de 10 días.

Y después de todo este periplo, finalmente llegamos a la etapa de venta final. En Lima, la mayor cantidad de animales silvestres se comercializa en mercados de abasto en el Cercado de Lima, San Juan de Miraflores y Puente Piedra, ya sea en puestos fijos o a través de vendedores ambulantes. Mientras tanto, en las fronteras el precio de estos mismos animales suele triplicarse, haciendo que sean espacios de venta muy cotizados. Muchas de estas especies pueden ser exportadas legalmente, pues el sistema de permisos está abierto al fraude. ¿Cómo? Los permisos para comercializar ciertas especies pueden ser falsificados o vueltos a usar para otros fines, haciendo que el tráfico no sea necesariamente clandestino pero sí ilegal.

Y aquí ustedes se preguntarán, fuera del sufrimiento animal evidente, ¿qué es lo que hace que el tráfico de especies sea además un peligro para el ambiente?

Primero que nada, el tráfico afecta a las poblaciones naturales de las especies silvestres. Esto es particularmente peligroso para esas especies que están en peligro de extinción, como es el caso de la tortuga charapa o el mono choro. Además, el hábitat natural de estas especies se ve perturbado por las personas que entran a él para cazar. Por ejemplo, para capturar crías de guacamayos, se suelen derribar los árboles huecos donde están los nidos. Esto hace no solo que haya menos oferta de árboles para anidar, sino que además se afectan las áreas de cría, refugio y alimento de los guacamayos y se reducen las semillas de los frutos que consumen. Como ven, la captura de guacamayos puede poner en riesgo la estructura del bosque y los servicios ecosistémicos que este ofrece. 

Otro tema preocupante es que el método de extracción de las especies no siempre es selectivo, lo cual termina impactando a otras especies que no son preferidas por el tráfico ilegal pero que terminan siendo capturadas de todas formas o mueren en el proceso.

 Pero quizá la consecuencia más preocupante hoy en día de este delito es la dispersión de enfermedades con efectos nocivos para otras especies, incluyendo los humanos. El tráfico ilegal de vida silvestre representa un serio peligro para la salud pública. Prueba de esto es la pandemia que estamos viviendo. El virus SARS-COV-2, que causa la COVID-19, tiene un origen zoonótico, es decir, se transmitió de un huésped animal a uno humano. Por eso es tan peligroso que en mercados como el de Belén, en Iquitos, donde se venden pescados, carne fresca, frutas o verduras, también se comercialicen animales silvestres, vivos y muertos, que podrían estar infectando lo que los rodea.

 La COVID ha puesto los reflectores sobre los peligros de las enfermedades zoonóticas expandidas por la vida silvestre. No obstante, a pesar de disminuir el comercio, durante la pandemia se ha reportado un incremento de la comercialización de animales a través de las plataformas virtuales y redes sociales; creando una nueva ventana de delito conocida como el ciberdelito o cibercrimen.

 Existen 850 mil virus desconocidos que podrían provocar nuevas pandemias, de acuerdo a un informe de la Plataforma Intergubernamental de Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas.

Y el Perú habiendo traficado más de 67 mil animales en los últimos años, juega una lotería que podría desencadenar en que un virus, esta vez peruano, se convierta en una amenaza para la salud pública. 

Así, en resumen, el tráfico de vida silvestre es una amenaza para la biodiversidad, la salud de las personas y la sostenibilidad de la Amazonía. Pero no es un delito aislado; el tráfico ilegal de vida silvestre depende en gran medida de redes organizadas, muchas de ellas transnacionales, y suele estar ligado a otros males sociales, tales como la corrupción (sobornos) y la desinformación.

 Como crimen organizado que es, se requiere un trabajo coordinado entre diversos actores políticos para frenarlo. Se requieren herramientas idóneas para enfrentar a las organizaciones criminales que se dedican a la exportación de fauna silvestre obtenida ilícitamente. Reconocerlo como delito de crimen organizado dotará de mayores armas legales a la policía, jueces y fiscales para fortalecer la persecución de esta actividad.

¿Y qué podemos hacer nosotros como ciudadanos? Hay algunas medidas que podemos tomar para ayudar a proteger la Amazonía:

  • No comprar especies silvestres
  • Participar en programas de conservación como “adopta” un animal en la Amazonía
  • Exigir más transparencia a nuestras autoridades
  • Denunciar a la fiscalía o policía la comercialización ilegal de especies de animales o plantas silvestres

Es necesario que miremos el tema del tráfico ilícito de vida silvestre en todas sus dimensiones y que nos demos cuenta de todo lo que hay detrás de un animal en cautiverio. El equilibrio de la Amazonía es muy frágil y las repercusiones de no cuidarla son muy graves.

Acompáñenos en los siguientes episodios de Verde en Valor para seguir explorando la Amazonía desde un lugar más respetuoso y consciente. 

Este podcast es posible gracias al apoyo del pueblo estadounidense a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Su contenido es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja necesariamente los puntos de vista de USAID o del gobierno de los EE. UU.